El ambientalista, Número 7

Urge utilizar la ciencia para proteger la salud de los niños

La aversión del gobierno actual con respecto a las políticas de fundamento científico les está costando la salud a los niños

Por Jennifer Lowry

26 de abril de 2017, U.S. News & World Report

 

Soy pediatra. Me importa profundamente nuestro medio ambiente y el impacto que tiene sobre nuestra salud. Aunque mi profesión y mi marcado interés por el medio ambiente tal vez no parezcan tener tanto en común, para mí y para muchos pediatras de todo el país, están íntimamente relacionados. Hace apenas unos días, numerosos pediatras se unieron a colegas del campo de la medicina y la investigación para marchar por la ciencia y apoyar el papel fundamental que ésta desempeña en la labor de mejorar nuestra salud, nuestro medio ambiente y nuestra vida. Yo, al igual que ellos, estoy preocupada acerca de las decisiones que se están tomando en Washington que no reconocen este vínculo y que, por el contrario, intentan socavar los cimientos mismos en que se basa la medicina: la ciencia. 

 

Al igual que mis colegas, estudié en la facultad de medicina, hice mi residencia en pediatría y pongo en práctica lo aprendido durante el transcurso de mi capacitación. Me responsabilizo de entender las más recientes investigaciones, publicaciones y avances científicos en el campo de la medicina porque, en definitiva, de eso depende la salud de mis pacientes. Responsabilizo con la misma rigurosidad a los encargados de la elaboración de políticas cuando consideran las leyes que afectan a los niños: Deberían tomar decisiones basándose en pruebas científicas, no en cuestiones políticas.

 

Desafortunadamente, las medidas recientes de la actual presidencia atentan contra lo que nos dice la ciencia acerca del medio ambiente y su impacto sobre la salud de los niños. Un decreto presidencial firmado hace varias semanas revierte el Plan de Energía Limpia, una regla de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por su sigla en inglés) que limitaba las emisiones de carbono provenientes de centrales generadoras de energía a base de combustibles fósiles. Se trata de centrales que producen aproximadamente un tercio del total de la contaminación por gases de efecto invernadero (una de las causas principales del cambio climático) de los Estados Unidos.

 

El decreto anula ese progreso y nuestros hijos sufrirán las consecuencias. De hecho, los datos de la Organización Mundial de la Salud indican que más del 80 por ciento de la carga sanitaria actual causada por el cambio climático recae sobre los niños de menos de cinco años de edad. Los niños son especialmente vulnerables a los cambios en el medio ambiente porque respiran a mayor velocidad que los adultos, pasan más tiempo al aire libre y tienen pulmones que todavía están desarrollándose. Ya vemos el impacto: Los niños llegan a los consultorios pediátricos con cada vez más problemas de alergia al polen (las plantas producen más polen en entornos con niveles elevados de dióxido de carbono) y ya están contrayendo enfermedades infecciosas antes solo observadas en áreas tropicales. Y la lista de problemas continúa.

 

El cambio climático no es el único factor que está perjudicando la salud de los niños. Aunque la noticia no alcanzó muchos titulares, la EPA permitió recientemente que se siga aplicando un plaguicida nocivo llamado clorpirifos en productos agrícolas que comemos todos los días. La presidencia anterior había recomendado que cesara su uso debido a que numerosas pruebas vinculan la exposición a este plaguicida con consecuencias graves y a largo plazo para la salud, en especial la salud de los niños. La exposición crónica a plaguicidas ha sido vinculada con el nacimiento prematuro, el bajo peso al nacer, las malformaciones congénitas, el cáncer y el asma. Otros estudios también indican que los padres que se dedican a la aplicación de clorpirifos llevan residuos del plaguicida en la ropa y así exponen a sus hijos, que entonces sufren un riesgo más elevado de padecer discapacidades cognitivas como problemas motrices y otros retrasos del desarrollo.

 

Esta negación de la ciencia es alarmante. Los datos no discriminan: Los efectos de los plaguicidas nocivos y del clima cada vez más cálido perjudican a republicanos y demócratas (y a todos los niños) de igual manera. Veo este impacto generalizado en mi propio consultorio, donde observo que los niños asmáticos sufren efectos más graves los días cada vez más numerosos de alerta roja por ozono, cuando la calidad del aire se considera insalubre.

 

Las decisiones que se toman en Washington tienen un impacto para el resto de nosotros, especialmente para nuestros hijos. Ellos heredarán el medio ambiente que se verá protegido o erosionado según las políticas que establezcamos ahora. Insto a nuestros líderes federales a valerse de la ciencia para tomar decisiones y, en esa tarea, a utilizar su autoridad con el fin de aprobar políticas que protejan nuestro medio ambiente y la salud de nuestros hijos.

 

La Dra. Jennifer Lowry es pediatra en el Estado de Misuri, directora del Consejo de Salud Ambiental de la Academia Estadounidense de Pediatría (AAP, por su sigla en inglés) y miembro de la AAP.

 

Spanish translation by Julieta Pisani McCarthy, M.A.